Acerca del Miedo y el Valor

April 24, 2012 by Konstantin Komarov  
Traducido por Bratzo Barrena
Instructor Systema Ruso Combate Funcional - Perú
systemarusocf.wix.com/peru

Hace poco empezamos a hablar del miedo y el valor. Me hizo pensar acerca de mi niñez. Desde que recuerdo, siempre luche por ser valiente.

Para superar mi miedo a la oscuridad, me arrastraba dentro de sótanos oscuros o, por las noches, me aventuraba dentro de los bosques. Para conquistar mi miedo a las alturas, saltaba de techos o me lanzaba desde acantilados. A pesar de tener miedo a pelear, buscaba pelea con oponentes más fuertes o iba a entrenar box. La lista sigue y sigue.

Por alguna razón, aún de pequeño, sabía que si me vencía el miedo, este crecería hasta convertirse en un monstruo enorme del que no te puedes deshacer. También sabía uno se puede esconder del miedo. El problema es que sigue viviendo dentro de uno y no te puedes esconder bajo una sábana o dentro de una supuesta zona segura. Así que para mí, sólo había una salida: enfrentar el miedo directamente, encarar la situación y superarme a mí mismo. Era difícil, pero siempre funcionaba. La segunda vez, no era tan difícil superar en miedo y la tercera, casi ni sentía miedo.

Ahora entiendo que muchos de mis cruciales, trascendentales elecciones de vida fueron hechas de forma inconsciente, mientras luchaba por tener valor. Sin embargo, durante nuestros primeros años, tendemos a tomar decisiones importantes sin pensar mucho por qué las tomamos…

Durante la Guerra de alguna manera fue un poco diferente. No me refiero al entrenamiento sino al combate real, enfrentando situaciones duras y peligrosas. Se entendía que un oficial no podía mostrar miedo porque sus soldados siempre iban a verlo e imitarlo, siguiendo el importante principio de: “¡Haz lo que hago yo!”, que aplica a la guerra y la vida en general. Pues bien, ninguna teníamos miedo, bordeábamos lo temerario. Sin embargo este no tener miedo se basaba en algunas cosas muy específicas:
- Una firme confianza en nuestros comandantes
- Confianza en nosotros mismos
- Confianza en nuestras armas

Los miedos simples, mundanos como que se desvanecieron. Por alguna razón, nunca pensamos en morir. Todos estábamos listos para posibles heridas y dolor. Sin embargo, emergieron algunos miedos nuevos y desconocidos. Recién ahora puedo nombrarlos; en ese entonces, estaban muy en lo profundo, algunas veces afloraban y se interponían en mi toma de decisión. El miedo a decepcionar a mis compañeros era el número uno de la lista, cosas como no hacerlo a tiempo, quedar rezagado o perderse en una zona combate. Lo segundo era el miedo a estar indefenso: estar desarmado, ser capturado o perder el control de una situación. Estos no eran solo mis miedos, eran los miedos de todos mis amigos.

Una vez en Osetia de Sur, mientras descansaba en una base, recibimos una confusa transmisión de radio de nuestro convoy. El operador solo podía decir: “…estamos atrapados en la ciudad…”, repentinamente la transmisión termino. Unos 10 segundos después, la unidad de respuesta de emergencia estaba en camino, mientras que todos los demás dejamos de cenar, saltamos a los vehículos y esperamos con ansiedad la señal de ‘partir’. Entonces vi miedo en las caras de todos. No, no era miedo al combate porque todos estábamos deseosos de pelear. No teníamos miedo de lo que nos podía pasa a nosotros, era miedo a lo que le podía pasar a nuestros compañeros: ¿Qué pasa si no los encontramos? ¿Qué pasa si llegamos tarde? Bueno, esa vez todo salió bien, los encontramos y llegamos a tiempo.

Nunca voy a olvidar la expresión de miedo en las caras de mis compañeros. El mejor remedio para este tipo de miedo era nuestra hermandad para el combate y “Mueres tú pero salva a tu compañero”, como dijo Suvorov (un gran general ruso que nunca perdió una batalla). ¡Funcionó!

Hablando de miedos. Algo que recuerdo claramente es estar llevando una granada en mi bolsillo, a donde fuese. No solo yo, casi todos lo hacían. ¿Era incómodo y peligroso? Por supuesto que sí, pero de alguna forma era reconfortante. Nunca nadie preguntó por qué. Nunca nadie habló de eso o tuvo que explicárselo a alguien. Esto significa que había una razón en común, un entendimiento silencioso.

Durante unos 10 años, tuve pesadillas de no llegar a lugar a tiempo o quedarme sin munición o que mi arma se trabó… Me despertaba sudando, sin respiración, mi corazón latiendo como loco…

Estos sentimientos aún se presentan de vez en cuando. Gracias a Systema, ahora reconozco estas emociones rápidamente cuando aparecen y ya no las dejo controlar mis acciones.

Gracias a Dios, durante mi servicio, nunca decepcioné a mis compañeros, ni una sola vez. Sin embargo un par de veces experimenté el miedo a estar indefenso. La primera vez, estaba solo, prácticamente desarmado, en medio de una ciudad destruida y controlada por el enemigo. Hace algunos años, escribí acerca de esta experiencia en la historia llamada “La Pelea Final”. Y el segundo episodio fue caer con un helicóptero lleno de gente. Hablemos del incidente del helicóptero.

Ocurrió al inicio de la primavera, en las montañas de Armenia.

Estalló la guerra entre Armenia y Azerbaijan por el área de Nagorno-Karabakh, y la lucha era de muy cerca. 46 fuimos llevados a nuestra base en helicóptero, que estaba rodeada por más de 500 guerrilleros armenios. El día anterior, los guerrilleros habían atacado la base y tomaron como rehenes a su comandante y 10 oficiales. A cambio de sus vidas, los delincuentes demandaban que entreguemos todo el armamento pesado que había en la base, incluida la artillería y las municiones para los sistemas de tiro rápido ‘Grad’ y ‘Uragan’.

Hicimos nuestro trabajo. Cómo lo hicimos es otra historia. Incluyó repeler otro ataque y completar la misión en un territorio rodeado. En pocos días todos los rehenes fueron liberados incondicionalmente. Sin embargo, aún había una amenaza real de ataques.

El siguiente grupo vino a reemplazarnos. Cuando salíamos de regreso en cuatro helicópteros MI-8, decidimos llevar con nosotros a las esposas e hijos de los oficiales. Los helicópteros llevaban más del doble del peso permitido. La gente estaba sentada apretada en el suelo y sobre sus paquetes. La altura y un clima duro (viento, nieve y oscuridad) solo incrementaron la complejidad de la misión.

Nuestros pilotos eras de loe mejores, habían estado en Afganistán. Sabían muy bien que no habría otra oportunidad y trataron de llevarse a todos. Era peligroso pero el riesgo estaba bien calculado basados en la capacidad de los pilotos y del equipo.

Mi helicóptero era el segundo de la primera pareja. Sólo había una pequeña área para despegar, así que no podíamos ganar velocidad avanzando como un avión (maniobra usada con frecuencia por pilotos de helicóptero en zonas de montañas altas). Saqué el cañón de mi arma por la ventana del lado izquierdo y vi como el helicóptero líder, meciéndose mucho de un lado a otro, despegó después de tres intentos. Giró hacia la izquierda, apenas evitando postes eléctricos y árboles, pero recupero su balance y empezó a ascender.

De inmediato, nuestro helicóptero empezó a sacudirse violentamente. Se escuchó un rugido en el motor y empezamos a despegar… De repente, sentí que caía y rebotaba del suelo pesadamente… Otro intento de despegar y otra caída con un golpe… Nuestro helicóptero rebotaba como una pelota. Nuevamente despegamos, subimos y viramos rápidamente a la derecha, solo podía ver el cielo… Alguien se calló de la banca, un chirrido ensordecedor de una mujer, gritando, algo golpeaba, sonidos de metal a raspándose, otro impacto, luego un rugido ensordecedor del motor, y el helicóptero que se sacudía violentamente… no sé cuánto tiempo duró –seguramente fueron 3 ó 4 segundos, pero se sintió como una eternidad. Afuera, en la zona entre la vida y algo más. No hay sentido del tiempo. Se sintió como que todo dentro de mí se encogió y congeló, mis extremidades de debilitaron, se detuvo mi respiración. Hubo esta repentina, intensa consciencia de cuan indefenso, frágil e inútil era todo…

De algún modo despegamos. Lo logramos. Nuestros ases voladores lo lograron. No tengo palabras para agradecerles. Desafortunadamente, no pudimos agradecerles de forma adecuada –luego de dejarnos en una zona de aterrizaje improvisada, volaron a su base. Fue la última vez que los vimos con vida –dos meses después se estrellaron alto en las montañas y tuvimos que recuperar sus cuerpos de una ladera nevada a una altura de 11,000 pies…

Más tarde, las personas de la segunda pareja de helicópteros nos dijeron que durante el despegue, el viento nos estrelló contra un edificio de dos pisos del cuartel general, una rueda y lavase del chasís se atascaron y arrancaron el drenaje de agua y parte del techo, las hélices cortaron las antenas… fue un milagro que los pilotos lo hubiesen logrado.

De cualquier forma, tan pronto como empezamos a ascender de forma estable, mi miedo desapareció y me dormí. Volamos durante la noche. Recuerdo cómo una violenta sacudida me despertó. Lo que vi por la ventana parecían cadenas de luces que venían hacia nosotros desde la oscuridad. Mi interpretación estando medio dormido fue pacífica: tal vez eran fuegos artificiales o solo un tren ahí abajo… A medida que despegábamos, noté agujeros de bala en el fuselaje del helicóptero.

Han pasado muchos años desde aquella noche, pero aún recuerdo vivamente el miedo. También recuerdo hacerme una promesa a mí mismo: tratar de evitar cualquier situación en la que yo no tuviese el control. Ahora entiendo que muchas veces no es posible mantener esa promesa.

Con la base de fuerza y seguridad en Systema, es fácil reflexionar sobre tu vida (pasada y futura) y descubrir muchas cosas acerca de ti mismo. Pienso que esta es la única forma saludable: a través de un entrenamiento calmado, descifrando tus propias memorias, impresiones y pensamientos, descubriendo gradualmente tus miedos, trazando tus raíces y ¡aprendiendo hoy a vivir sin miedo! Esto es de lo que se trata reconocer tus miedos y exhibir valor. Espero que durante el próximo Summer Camp de Systema tengamos suficiente tiempo para ambas cosas.

Konstantin Komarov

- Major in the Special Service Police Force
- Russian Military Reconnaissance
- PhD in combat Psychology
- Professional Bodyguard for Moscow's Elite
- One of the master instructors at Systema Camp